Una Aventura para Abrir los Ojos
Inicio este relato haciendo referencia al título de ésta pequeña crónica, por que ciertamente en las recónditas y olvidadas montañas del sureste mexicano uno se desconecta del mundo y sus mundanidades para conectarse a la montaña y su sabiduría y retomar la visión del sentido humano y también cristiano. La primera vez que recibí la invitación de visitar Chiapas a través de JEM me entusiasmé por el hecho de conocer la realidad indígena de uno de los Estados de mí país más emblemático en el tema de la Lucha por los Derechos Indígenas y por su cosmovisión y teología India.
Aquella primera experiencia fue por allá del año 2004, como una estudiante de Derecho, con una pasión muy grande en mi corazón por ser una luchadora social, contribuir a la reivindicación de los muy pisoteados Derechos Humanos y hacer la diferencia en un mundo caótico. Así que cuando pisé por primera vez tierra chiapaneca y conocí a las comunidades indígenas, me quedé impactada, sí por la pobreza y marginación, pero sobre todo, porque a pesar de ello, conservaban un corazón amoroso, una cultura de la paz, del servicio, del respeto a la naturaleza, de perdón, una convicción de honrar la vida.
Se reveló a mi vida por primera vez el término Jubileo, un tema bíblico que nos da muestra de la justicia social desde seis temas del jubileo sabático: abriendo los ojos, restaurando la tierra, restaurando al trabajador, liberando al prisionero, cancelando la deuda, liberando a los cautivos. La justicia social que resulta urgente en un mundo tan plagado de injusticias, desempleo, desigualdad, abuso, violación de Derechos Humanos, y tantas otras formas inhumanas que alejan al mundo del plan original de su creador, cuando todo fue “hecho bueno”.
Aquella aventura abrió mis ojos a un mundo desconocido, pude mirar dentro de mí, pude llorar la impotencia que provoca la injustica, pero pude levantar mi rostro para dignificar mi propia vida y poco después, madurando un poco más, acuñar un proyecto que estuvo inspirado allá, con los “don nadies” “los pequeños” “los olvidados”, y que se convirtió en el Centro Cultural Tlaíxpan.
El viaje realizado en el mes de enero, fue una experiencia de encuentro con varias organizaciones de quienes aprendimos e intercambiamos ideas, opiniones, proyectos, pues es en el despertar colectivo y en la suma de colaboración, como podemos hacer actos concretos de transformación.
Iniciamos visitando una comunidad llamada Oxchuc, que aunque no estaba en el itinerario, nos permitió conocer un pueblo harto de la política y sus políticos, dispuestos a organizarse bajo el gobierno que ellos desean y necesitan, algo histórico para una comunidad que no es autónoma, como las comunidades zapatistas. Derrocando a la alcaldesa del partido Verde, y decidiendo a sus nuevas autoridades, sin embargo, también pudimos percibir la manipulación de grupos de poder político que quisieron acaparar el movimiento para hacer alcalde a quién fuera candidato del PRI en las elecciones pasadas.
Al día siguiente, visitamos a la organización civil “las abejas”, tierra de los mártires, “tierra sagrada” la tierra que se pintó de rojo, cuando una órden mezquina decidió aniquilar a 47 hermanos tzotziles en 1997, entre ellos cuatro bebés que nunca conocieron la luz del radiante sol. A pie de carretera se erige la columna de la infamia, escultura hecha por un hermano Danés quién protestó con su arte y dejó evidencia de su condena sobre aquél brutal genocidio. Acteal casa de la memoria y la esperanza, hoy cuenta con una mesa directiva de jóvenes, adultos y ancianos que continúan en un proceso de lucha y resistencia por la reivindicación de los Derechos fundamentales, como son salud, educación, vivienda, trabajo digno y justicia.
Montaña arriba se encuentra otra parte de la organización de las abejas, Nuevo Yveljoj, una comunidad de desplazados que siguen contando su historia con dolor pero también con gratitud. Fuimos recibidos por una parte de la mesa directiva, siempre con un gran gozo de ser visitados, y siempre con la alegría de ver al “hermano Daniel” quién da confianza y aliento a su comunidad, por el acompañamiento que les ha dado durante varios años. Uno de ellos estalla en llanto al recordar como de niño caminaba entre el lodo, la lluvia, el peligro, sin casa ni comida, ni tierra, ni techo, y ahora tienen una tierra a la cual honran y respetan porque es la madre que alimenta, cuentan con viviendas de concreto, con escuela, con luz eléctrica y caminos, pero no es suficiente, ellos no quieren las sobras del gobierno y no están dispuestos a recibir lo que el gobierno cree que les conviene, ellos piden justicia y dignidad. Su lucha continúa y en ella nos sumamos los que creemos en que un mundo nuevo siempre es posible cuando hacemos cosas pequeñitas o grandes por cambiarlo.
Al día siguiente, y último de nuestra experiencia, visitamos CIDECI, Universidad de la tierra, una pequeña ventana por dónde se puede mirar lo que se ha construido en las comunidades zapatistas, cuenta con modelos y planes educativos adecuados al contexto social y cultural de las comunidades, oficios, talleres y artes que ayuden al desarrollo humano, teología indígena para comprender la cosmovisión y espiritualidad de los ancestros, ecología, cuidado de la tierra, compostas, huertos orgánicos, granjas, dormitorios, comedor comunitario, panadería, clínica, iglesia y un gran auditorio para asambleas y encuentros. CIDECI, hoy es un ejemplo de que la realidad es transformable y que sí es posible otro mundo si lo soñamos, si nos organizamos y lo construimos.
Finalmente, conocimos el trabajo de Lindsey Janae, una chica misionera de una iglesia evangélica norteamericana que colabora con INESIN (Instituto de Estudios e Investigación Intercultural) una organización que tiene como objetivo construir un espacio de análisis de la vida cotidiana, la educación, la familia, la religión, el trabajo, el servicio desde la perspectiva intercultural. Organizan cursos, talleres, conferencias, encuentros y pláticas para obtener una sociedad más justa. Su testimonio nos inspira a continuar trabajando por proyectos que promuevan y construyan sociedades más justas e inclusivas.
Así concluimos una aventura más en tierra chiapaneca, David Babb, Dan Swanson, David Delgado, Pastor Ignacio y Mariana Vélez. Cada uno con experiencias que enriquecieron el camino, cada uno con sueños y esperanzas, cada uno con la mirada amorosa del padre del cielo, con una misión y un anhelo de construir un espacio más justo aquí y ahora, en el tiempo que nos tocó vivir.
Si te comparto esta crónica, es porque sé que en todas partes del mundo arde un deseo por cambiar lo que está contaminado, luchar por lo bueno, por la tierra, por la vida, por el sueño de Jesús y por eso te digo:
“hermano dame tú mano, vamos juntos a buscar Una cosa pequeñita que se llama libertad, Esta es la hora primera, este es el justo lugar Abre la puerta que afuera la tierra no aguanta más”…